Ya me dispuse a olvidarte de nuevo,
no es costumbre pero podes ver que me estoy volviendo experto,
experto en morir de pie. Tu inesperada forma de aparecer.
Ya me dispuse a explicar de nuevo que no lo puedo explicar,
el dolor empieza en tu silencio y termina anudandose en mi cuello.
Tu inesperada forma de desaparecer.
Comentario - Anexo
Esta vez es algo corto, muy corto. No es por que lo quiera asi, sino por que, como dice, no se puede explicar. Esto trata (¿lo hace?) sobre la ambiguedad que se supone el no saber sobre algo que sabemos. Cuando ella desaparece y uno se decide a colgar la historia junto a la ropa que ya no se usa. Como siempre, el frio vuelve, esa ropa vuelve a nuestro cuerpo, y ella vuelve a llamarnos por telefono. Uno atiende, acepta de verse, por una cuestion de orgullo, para decirle en la cara todas las cosas que quedaron en nuestro cuello, atragantandonos como algo que exige ser digerido. Desde luego esto nunca sucede, nunca pasa el tiempo suficiente para que tengamos el valor de preguntarle todas esas cosas. En vez de eso, fingimos frialdad, que perdimos la mirada, mientras de reojo observamos como se acerca, y terminamos ofreciendo nuestros brazos como almohadas, nuestras sonrisas como antes, y nuestra seguridad de saber que pronto vamos a llenarnos de incertidumbre nuevamente.
no es costumbre pero podes ver que me estoy volviendo experto,
experto en morir de pie. Tu inesperada forma de aparecer.
Ya me dispuse a explicar de nuevo que no lo puedo explicar,
el dolor empieza en tu silencio y termina anudandose en mi cuello.
Tu inesperada forma de desaparecer.
Comentario - Anexo
Esta vez es algo corto, muy corto. No es por que lo quiera asi, sino por que, como dice, no se puede explicar. Esto trata (¿lo hace?) sobre la ambiguedad que se supone el no saber sobre algo que sabemos. Cuando ella desaparece y uno se decide a colgar la historia junto a la ropa que ya no se usa. Como siempre, el frio vuelve, esa ropa vuelve a nuestro cuerpo, y ella vuelve a llamarnos por telefono. Uno atiende, acepta de verse, por una cuestion de orgullo, para decirle en la cara todas las cosas que quedaron en nuestro cuello, atragantandonos como algo que exige ser digerido. Desde luego esto nunca sucede, nunca pasa el tiempo suficiente para que tengamos el valor de preguntarle todas esas cosas. En vez de eso, fingimos frialdad, que perdimos la mirada, mientras de reojo observamos como se acerca, y terminamos ofreciendo nuestros brazos como almohadas, nuestras sonrisas como antes, y nuestra seguridad de saber que pronto vamos a llenarnos de incertidumbre nuevamente.
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