Facundo Martínez

Facundo Martínez

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Nosotros, yo. 3.

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Una casa a lo lejos, cerca, cerca y adentro de mis fronteras.
Pero no era una casa propia, si por herencia, no por recuerdos.
Es conociendo un lugar que conocemos, o se cree conocer,
que uno desconoce si las puertas que abrimos antes todavía nos llevan al mismo lugar.
La casa tenia escaleras,
                                   demasiadas para contarlas,
                                                                            demasiadas para volver a encontrarlas.
(Y hay quien avanza un escalón mas de lo debido)
¿Que hacer de una casa semi vacía?
Llena de cosas invisibles, sin materia, y una excepción a la regla.
¿Que hacer si uno se pierde en si mismo?
Yo me llamo a gritos,
                                                 y hay dos que me responden.
Hay dos que me buscan a gritos,
                                                 y soy yo el que no responde.

¿Tengo que correr?
¿Tengo que esconderme?
Podría encontrarlos primero, tomarlos por sorpresa.
Pero es claro que ellos piensan lo mismo,
tomarme por sorpresa, a mi y al otro que falte.
Es una cuestión de tiempo, contrarreloj y contracorriente.
Dos de Tres sorprendidos,
Uno de tres eligiendo por el resto.

 (...)

Fue en una habitación, sin puertas, con dos escaleras como entrada.
Ahí quise esconderme, ahí quise encontrarlos.
Un placard, o no tanto,
un ataúd, bastante ataúd.
Abrí la tapa cuando ellos aparecieron en la habitación
                                 (y nos quedamos callados).
Estaba ella,
la piel besando los huesos,
el cabello como enredaderas en sus ojos,
y los labios agrietándose en relámpagos.
Que horrible escuchar su voz,
que paralizante su dejo de hablar.
"Estos muertos son míos"
y los tres dejamos de nombrarnos por un momento.

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