Las calles se llenaron de autos y micros. Los transportes se llenaron
de personas. Esa clase de persona que lucha varias guerras a la vez, ya
sea por un asiento, por ganarle al semaforo o al olvido. Esos pequeños
triunfos que vuelven tolerable el viaje al trabajo, la facultad, o donde
se deba ir. Todos buscamos esas victorias baratas, por que hay cosas
que no se dejan vencer. El despertador por la mañana, la luz que se
infiltra por nuestros parpados a la tarde, la nostalgia que empaña
nuestras ventanas por la noche. Los lunes libres de resaca, que aun asi
taladran nuestras cabezas al ritmo de la lluvia de la ducha.
Las noches de domingo tratamos de olvidar los problemas, apagar el
televisor y acostarnos tempranos. Porque, no se, tratamos de descansar
bien para el dia que nos espera, o porque nos cansamos del televisor y
sus escenas del balcon. Dejamos que nos consuma el sueño y los rencones.
Esa mañana, las calles se llenaron de autos y micros. Los transportes
se llenaron de personas. Las personas se llenaron de odio.
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