Facundo Martínez

Facundo Martínez

sábado, 2 de enero de 2016

En defensa propia.


 
No formo parte de aquellas personas que disfrutan el verano,
y a menudo desarmo ventiladores,
giro las hélices en dirección contraria al tedio.
Suelo correr hacía el centro de mi pecho,
esperando que la realidad se decida por aplastarme contra las baldozas
o por aceitar las bisagras de mi tórax, quitar el polvo de los miedos,
repeler el miedo por los polvos que aún no llegan.
Principalmente,
uno entiende que el parecido
entre el asesinato y enamorarse,
por lo general,
son caminos unilaterales,
y cometer el primero,
o rehusarse al segundo,
pueden ser en defensa propia.
Que hay llamadas que solo quedan en tono de espera,
y que dejar de llamar no es lo mismo
a dejar de esperar.
No formo parte de aquellas personas,
quienes se adjudican la seguridad de poner precintos entre sus dedos,
aquellos que tienen el No imbatible o un Si demasiado fácil.
Un ejercito de coleccionistas que ante el primer rayón
devuelven su corazón al estante,
cobran su reparación a cada persona con potencial de interés.

Yo no,
No sé otra forma de querer que no deje la carne viva.
No puedo dar un paseo con otro cuerpo mientras estaciono en doble fila,
No puedo bajar la perilla de los sentimientos a mi antojo.
No puedo abrir a media persiana las costillas.