Facundo Martínez

Facundo Martínez

jueves, 17 de septiembre de 2015

Sincericidio del trabajo a casa.

Se trata de convertir el cuerpo en un instrumento de percusión,
Así me aseguro de estar listo.
Billetera de un lado, llaves del otro, y el morral cruzando mi pecho.
Un dolor de cuello que solo me recuerda que Benedetti es más pesado desde que ya no te veo.
Pase por la esquina donde solías mirar vidrieras y volví a pensar en vos.
Me acordé que ese tipo de cosas uno las evade hasta estar preparado para burlarlas.
Levanté la vista del suelo y me dije esa frase que siempre quise escribir pero nunca encontré la manera
"pierdo una vida por cada mirada fija que no sostengo con una extraña"
así que sonreí a todas las mujeres que fui cruzando, pero claro, solo me convertí en el asesino serial de mi rostro.
Es que el precio de tener esta cara es el otoño que acaba y yo sin interesar a nadie.
Se me ocurre todo esto mientras trato de ser honesto,
no sé, creo que el frío vino rápido este año y que le miento a la vida en cada noche que trato de enamorarme.
Que el desamor es eso que da ojeras y quiebra mis dedos cuando intento quitar nuestras entradas al cine de mi billetera.
Y supongo que algún día voy a estar preparado para contrarrestar todo eso.
Se trata de convertir el cuerpo en un instrumento de percusión,
así me aseguro de estar listo.
Hoy, por ejemplo, deje la tarjeta para el micro en casa.
Sonrío de nuevo,
 supongo que voy a volver caminando y voy a bordear tu cuadra,
son los últimos días antes del invierno,
y todavía no estoy del todo listo para perder esta vida que estuvo con tu cuerpo.

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