Facundo Martínez

Facundo Martínez

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Temporal de por medio (22-Abril-2013)


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No hay diferencia
si morí anoche, si muero mañana.
De cualquier manera me suicide 20 veces entre el otoño y el invierno.
Una muerte nueva por cada uno de tus dedos.
Pero solo me enterré un par de veces:
en tus lagrimales,
                          en tus pestañas.
Tu voz destruida irrumpe mi memoria.
Dejaste tus besos dactilares para estas horas de nuestra ausencia.
Y tu cara cruzando la ciudad,
dejando tu ataúd en cada esquina,
me desarma en 100 noseques y arma con escopetas a mis letras.

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Es de conocimiento publico:
cuando llueve comenzamos a extrañar,
se empañan las ventanas y los ojos.
La cama nos queda grande y es asfixiante la almohada.
Y el asedio de las gotas en el techo nos golpea fuerte,
justo en la memoria.

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Mira como sonrío:
despeinado y con los ojos cerrados,
chocando adrede al otoño.
Las hojas,
¡Que cantidad de hojas!
Saltan de la mano al precipicio,
de mis hombros a tus pies.
Escucho como gritan "no me pises",
pero lo hago igual.
Escuchan como deseo no recordarte,
pero lo hago igual.

Mira como te suspiro:
despeinado y con los ojos cerrados,
esperando que el invierno me encandile con las luces alta de su nostalgia.
Pero falta, todavía falta.
Para que se haga tarde de pronto
y ya no te compare en otras espaldas.

Pienso en vos,
sonrío y suspiro.
Despeinado con los ojos cerrados.
Tiño mis dedos comprando libros usados.
Destiño mi ropa, mi cabello, y todo queda color otoño postraumatico.
Ya no escribo poemas sobre verte,
a veces creo hacerlo, pero no.
Por eso camino con los ojos cerrados,
para evitar no-verte.

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Un cuaderno, cuadrado y pequeño.
De tapa dura y color beige.
Ahí esta nuestra pantomima.

-Primer acto-
-¿Por que no dejas de hacer poemas mis palabras?
-Porque nunca escribiste sobre mis silencio como no son: mudos e inexpresivos.
(Miraron sus teléfonos y termino la llamada).
-No importa- se mentían cada uno.

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Parecía ser de noche,
me di vuelta y escape.
Sin correr, pero caminando rápido,
latiendo todavía mas rápido.
Ese adiós implícito brillaba con la luz de neón típica de una salida de emergencia.

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