Facundo Martínez

Facundo Martínez

jueves, 17 de septiembre de 2015

Poema a la manera de Marwan


Por aquel entonces no sabría como explicarlo,
yo escapaba de mis veintinada,
cansado de las visas en otros cuerpos
y de tramitarme tantas veces solo para salir con mas ego por la salida de emergencia.
Dar con ella fue hacer un bollo de papel a mi pasado
y embocar al cesto de basura a 50 metros,
una felicidad que de querer repetirla resultaría imposible.
Por un tiempo fui quien entraba por cualquier puerta sin tocar antes, 
un apuro por sentir que nos llevo a ser dos personas a destiempo.
Por lo demás todo iba bien,
contar sus lunares era la mejor forma de pasar las horas
y encontrar uno nuevo era excusa para cerrar las cortinas de su cuarto.
El clima era perfecto mientras ella caminaba envuelta y las nubes la perseguían,
me besaba y la ducha se despedía de sus pensamientos.
Entonces desayunábamos y de nuevo llovía en sus manos porque cubrían la taza,
 enredaba con vapor sus dedos y entre tanta humedad, tanta niebla, empecé a perderme.
¿Como explicar ahora que mis poemas son precintos tratando de sostener el puente entre nosotros?
Que siempre llueve bajo techo y los libros son baldosas flojas que salpican sus arañazos cuando los leo.
Que regresa Enero y no sobrevive nada.
Decidí entonces enfrentarme a mis veintimuchos,
echar llave a todas las puertas y enterrar los paraguas.
Así me encontré de golpe con los sueños descolocados,
donde todo se interpone a su vientre y difícilmente algo lograría la entrada.
Fui del rencor al despecho estrellando mis ojeras contra la mañana
para comprobar, luego de la resaca, que todo aquel desvelo era suficiente para considerarme un damnificado.
Estuve demasiado tiempo empujando mi vida con el freno de mano puesto,
demasiado tiempo disparando a su calle con la pólvora mojada.
Al final, ni uno ni lo otro me dio resultado.
Debería pedir una tregua a mis veintialgo
y tratar de despistar a los portazos que trae año nuevo.

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