Facundo Martínez

Facundo Martínez

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Los recovecos donde me imagino (20-Diciembre-2012)

Costumbre de la noche: atajar a la nostalgia y sus disparos con mi cuerpo, para morir sobre la mesa.
Siempre agonizo y relato mi testamento: A ella, todos mis poemas.

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Llueve, y como los lunes en que no abren las peluquerias, siento que algo  no esta bien.
No se, el clima, las noticias, tener que escribir esto en vez de susurrarlo en tu oido.
Empieza la tarde con un sesgo de hojas por las veredas, y yo pienso en tus manos, los recovecos donde me imagino.

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El motor de la heladera interrumpe mi concentracion, suspiro y te nombro.
Porque asi, tal vez, se vuelve mas corta la espera.
Porque asi, seguro, el motor y mi corazon funcionan con las mismas revoluciones por minuto.
Que se yo, debe ser el intento por enfriar mi febril deseo de abrazarte.

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Esa noche tenias el cabello mojado.
Me despediste con un beso que dejo humedad en mis sueños.

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Compre un libro usado de Neruda por $40.
Una caja de preservativos a $10.
El amor sale mas caro cuando pasa de mano en mano, gastandose.

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Volvi a leer "El gato negro", buscando una frase para robar y dedicarte.
El caso es que es Diciembre, quiero verte y me doy cuenta que Allan Poe nunca escribio algo digno de dedicarte.
No se, tal vez no era el escritor que idealice, o tal vez en su momento, como yo, no supo que escribir a quien sea que ocupo tu lugar.
El caso es que es Diciembre, los dias y los micros se escapan, mientras sigo esperando verte de nuevo.

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Cerraste la puerta decidida, dejando afuera el calor, los motivos, los postes que darian luz a palabras como estas.
Y si, a mi tambien me dejaste afuera.

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El ventilador apuntando a mi cabeza, disparando ideas para escribirte.
Despeinando los nudos a los que te aferrabas mientras nos besabamos de manera constante, como el ruido del ventilador.

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Pidio que contara algo.
Conte los segundos que pasamos antes de pestañar.
Sus anteojos esconden lo que paraliza a mis pestañas.

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Quiero dormir y que el telefono respete mi siesta.
Que no me despierten los pedidos de auxilio, las invitaciones al desvelo de pensarte.
Quiero dormir y que el mundo se suspenda conmigo.

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La multitud se reunia, algunos gritaban. Vi a un par llorar, otros quedaron con la mirada perdida, solo pocos sonreian indignados.
-¿Que paso?
-Vaciaron sus costillas.
Senti el dolor quemando mis venas, todos los ojos apuntando a mi pecho. Algunos seguian gritando.
Yo trataba de acostumbrarme a mi cuerpo vacio.

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Cada vez que nos vimos, regresaba a casa herido.
A veces, tu perro arañaba mis piernas.
Otras, fue tu afan de separar mis costillas y llenarlas de aire.
Algunas, mis preferidas, mordias mis labios con fuerza, hasta sentir el sabor de la sangre, hasta sentir que no perdiamos el tiempo.

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No hay domingo mas triste que aquel en el que despierto y no siento que duelen mis labios.
Al final asesino las horas, cortando sus minutos por la mitad, y duele, como cortarse el dedo con una hoja.
Hojas donde los puntos son tus lunares, y no hay mas verbos que los corpiños que no te quito.
No hay domingo en que te tenga mas presente que el domingo de leer a Neruda y encontrarte colgada de los renglones.

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Un mes y quince dias sin verte.
No se si rompimos nuestra propia marca o alguna vez duramos mas tiempo.
Sigue lloviendo y siempre despierto con resaca por tomar demasiado en serio esto de la distancia.
Me duele la cabeza y me faltan tus labios de aspirina.

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Miro tu ventana, midiendo nuestra distancia.
Juntos, no estabamos tan alto.
Sobraba mucho espacio para alcanzar el cielo.
¿Fuimos poeticamente correctos?

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