Facundo Martínez

Facundo Martínez

jueves, 17 de septiembre de 2015

Mi cuota de imposible.



Imposible las 14 de la noche,
perder el cielo, despedirse a tiempo.
Llegar al metro ochenta,
tener pies planos en un mundo redondo.
Que no reviente un alma a diario,
y se transforme la ceniza en agua.
Un perfume que no duela,
las ocho horas durmiendo,
salir entero de un entierro
y acordarse por completo de los sueños.
Me resulta imposible no discutir con lo que escribo,
hacer trincheras decentes,
sonreír leyendo el diario,
que a alguien se le ocurra regalarme flores,
no derrumbarme contra un "Te extraño".
Que todo muerto se llore junto a su cuerpo,
los de siempre y los perdidos.
Nada posible que las nubes lleguen a tiempo,
que la lluvia sea precisa y me encierre con una poeta bajo cualquier techo.
Conocer mi espalda, recordar mi primera semana de vida,
estar presente cuando quemen mis huesos.
Caminar sin encontrar paraguas,
inventar un color, olvidar que existen los que olvidan por convenios.
Improbable una ley que prolongue la existencia del invierno,
sentirse cómodo por completo durante un deja vú,
poner en común acuerdo que ángeles y diagonales no tienen sexo,
someter al indignado, sublimar con un orgasmo,
terminar de leer y no sentir, al menos por un momento, que todo es perfecto.

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