Facundo Martínez

Facundo Martínez

jueves, 17 de septiembre de 2015

La casa está rara

La casa está rara,
como si faltara un libro en la biblioteca y no puedo recordar cual.
No me gusta que las cosas lleguen a cero
y así tengo dos tazas a medio tomar en la mesada,
un microondas que no dejo llegar al minuto entero
y un par de otoños pendientes enredados en la ventana.
Quise vivir con solo una lámpara,
acostarme siempre a tiempo
y no tapar con cortinas las ventanas,
ya sé, la casa está rara y no importa la luz,
se nota que algo hace falta.
Estuve vaciando todos los recovecos,
no hay nada y ya no puedo imaginarme.
Ni siquiera en los frascos llenos de aire,
ni en las botellas que secuestran corchos sin pedir socorro.
Todavía que el cielo destiñe toda la ropa y no, el placard tampoco esconde nada.
Ni la despensa, ni el botiquín del baño con sus primeros auxilios.
Todo se siente tarde, lento, como volviendo pero estancado.
Si al menos supiera lo que hace falta,
diría que tengo hambre de falta,
pero me falta hambre y siento el sabor de aquello que no basta.
Necesito algo que coordine a tiempo los relojes con la alarma,
que me obligue a tender la cama, poner una percha al alma,
abrigar al invierno y secar las tormentas con una toalla.
Algo que arranque las costillas de mi pecho.

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